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El profundo azul, oscuro y misterioso del mar ha inspirado artistas por siglos. Desde asombrosas aventuras con extrañas criaturas submarinas y aliens, hasta historias infantiles con personajes valientes que, por equivocación, se sumergen a ese universo azul para descubrir extraños depredadores, las profundidades del mar han sido y siguen siendo fuente inagotable de inspiración.
Ese mismo océano que resguardo al Moby Dick de Herman Melville y fue escenario de las 20,000 leguas de viaje submarino de Julio Verne, es el complejo sistema que nos provee de beneficios a través de los múltiples servicios ecosistémicos (además del cultural) que nos presta. El océano constituye uno de los principales depósitos de CO2 y metano, importantes gases de efecto invernadero. Es fuente de los nutrientes que sostienen una gran variedad de formas de vida, incluyendo los ~100 millones de toneladas de peces que anualmente requiere nuestra sociedad.
A.R. Thurber y colegas, en un artículo publicado en la revista Biogeosciences, nos presentan una síntesis de los servicios ecosistémicos que provee el fondo marino y resaltan la necesidad inminente de generar estrategias de conservación que correspondan con las características especiales de es este sistema, y promuevan su protección y aprovechamiento sostenible.