Pensando en el ambiente, deberíamos reforzar el ataque a las drogas ilegales o renunciar a la lucha?
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Jeremy Hance, un reconocido periodista ambiental, nos cuenta las sorpresivas formas en que los productores de drogas ilegales están afectando a la naturaleza.
Cuando pensamos en agricultura y deforestación, tendemos a imaginar bosques talados llenos de cultivos de aceite de palma, soya y pastos para ganado.
Pero imagínate también esto: Paisajes fuertemente salpicados de áreas de siembra de cocaína y marihuana.
Esto es porque los productores de drogas ilegales son un motor mucho más grande de destrucción de los bosques de lo que la mayoría de la gente piensa.
En Colombia, uno de los países con mayor riqueza biológica del mundo, la fiebre por la producción de cocaína está llevando a los colonos ilegales a áreas cada vez más remotas.
En estas zonas, el acceso de la policía es limitado y los colonos ilegales están destruyendo el bosque, cazando y emitiendo carbono de forma acelerada.
Una dinámica diferente se está desarrollando en Centroamérica. Allí, los poderosos barones de la coca están adueñándose de las tierras, comprando ranchos de ganado y plantaciones de palma de aceite para lavar sus enormes ingresos.
Tales ingresos suman más de $ 100 billones de dólares anuales, según la Agencia de Control de Drogas de EE.UU.
En Honduras, Guatemala y Nicaragua, se estima que estos adinerados son responsables del 15 al 30 por ciento de toda la pérdida de bosque – y un sorprendente 30 a 60 por ciento de toda la destrucción de bosques dentro de los parques naturales y las áreas protegidas.
Y, como los traficantes se abren camino entre el bosque, lo exponen a otros impactos como la agricultura de tala y quema y la minería ilegal de oro (ver el vídeo).
Por ejemplo, en el Parque Nacional Laguna del Tigre en Guatemala, los traficantes de drogas construyeron una pista de aterrizaje secreta, así como ranchos de ganado ilegales al interior de los límites del parque.
En los EE.UU., los cultivadores de marihuana se están abriendo camino dentro de los parques nacionales y tierras del estado, cortando la vegetación nativa y regando pesticidas tóxicos.
Es evidente que, para el medio ambiente, las drogas ilícitas y sus productores están lejos de ser inofensivos. Pero, ¿qué podemos hacer?
Algunas personas sostienen que hay que debemos reforzar la lucha contra las drogas.
Otros, sin embargo, dicen que tenemos que hacer frente a la dura realidad.
Argumentan que la fabricación de drogas ilegales no se va a detener. Así que, en vez de aumentar las agresiones, nos deberíamos centrar en disminuir la guerra contra las drogas.
Esto es porque cuando las fuerzas del estado encargadas de hacer cumplir las leyes atacan con más fuerza, sólo terminan empujando más productores de drogas dentro de las selvas y las áreas protegidas.
Una mejor estrategia, proponen, sería legalizar drogas como la marihuana, para que dejen de ser sembradas entre las sombras. En lugar de conducir a la destrucción del hábitat, los productores de drogas podrían entonces ser fuente de empleos e ingresos fiscales legales.
Hay muchísimo espacio para el debate sobre este tema.
Cualquiera que sea su opinión, una cosa está clara: El narcotráfico no es sólo un problema social o legal.
Es también un enorme problema ambiental.
Fuente: ALERT conservation.
Traducido por Carol Garzón-López