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Lo que la paz trae al medio ambiente

Basta con acordarse de los casos de Hiroshima y Nagasaki para ilustrar las consecuencias ambientales de los conflictos armados. En Latinoamérica tenemos un caso cercano que nos permite ser testigos primarios de un crimen de grandes magnitudes contra el medio ambiente y todas las especies que habitamos estas tierras y océanos. 

La guerra sostenida por más de cincuenta años entre el gobierno de Colombia y los grupos armados ilegales ha dejado miles de víctimas. En los últimos cuatro años (a partir de 2012), muchas cosas se negociaron en los acuerdos de paz con uno de los grupos guerrilleros de mayor antigüedad e injerencia en los asuntos políticos y sociales de Colombia: Fuerzas armadas revolucionarias de Colombia, ejército del pueblo, FARC-EP. En el documento final de los acuerdos firmados en noviembre de 2016 entre el gobierno colombiano y el grupo armado, se contempla una nueva visión de paz en la que se defiende la búsqueda de una sociedad sostenible fundada en el respeto a la naturaleza y la protección del medio ambiente. 

No es de extrañar que el medio ambiente sea uno de los agentes que debe ser reparado tras la guerra en mención, acaso usted sabe ¿cuánto ha pagado el medio ambiente y la sociedad por cuenta de la guerra? 

Según estimaciones realizadas por el Departamento Nacional de Planeación, en cabeza de Simón Gaviria Muñoz, “por cada año de paz, Colombia ahorraría $7,1 billones en degradación ambiental”. La cifra en dólares asciende a más de dos billones. 

Pero además de economía, la guerra perjudica otros aspectos de los pueblos; el medio ambiente es afectado de maneras diversas. Uno de los efectos más tangibles es la destrucción del hábitat que puede darse en asociación a diversas actividades. Los bosques, manglares y humedales son lugares escogidos por los ejércitos insurgentes porque son de difícil acceso y tan espesos que son excelentes escondites. Por esta razón, una de las labores de defensas es la destrucción de estos. Uno de los casos más recordados es el de la Guerra de Vietnam, en la que el famoso Agente Naranja fue utilizado por las fuerzas armadas estadounidenses, causando muerte y enfermedad para los humanos, así como la completa deforestación y pérdida de hábitat para miles de especies. 

En la actualidad, la destrucción de hábitat se asocia además con los cultivos ilícitos. En Colombia, de acuerdo al informe “COCA: Deforestación, contaminación y pobreza”, el de la COCA es uno de los cultivos que causa uno de los mayores daños ambientales. Para su establecimiento, primero se deben talar los bosques y luego incinerar todo lo destruido, puesto que es más económico y sencillo que aprovechar los productos maderables y no maderables. Más de medio millón de hectáreas de bosques se ha destruido en 15 años (1998-2012), sólo una parte de la historia del narcotráfico en el país. En los bosques húmedos se calcula que aproximadamente 35 especies de mamíferos (armadillos, primates, murciélagos) se encuentran amenazados de extinción. Adicional a esto, cerca de 6000 especies más se encuentran amenazadas de manera directa o indirecta al ser acordonada su área de distribución por la siembra de drogas ilícitas. Más del 50% del presupuesto de degradación ambiental en Colombia, se destina a la reparación de hectáreas deforestadas. 

El derrame de hidrocarburos también ha generado un problema ambiental descomunal en asociación con las guerras en el mundo. En Colombia, el robo de combustibles es una de las fuentes de financiación de los grupos armados junto con el narcotráfico. La voladura de los oleoductos (más de 1800 atentados en la historia reciente) ocasiona derramamiento de crudo en ríos y otras fuentes de agua afectando a las especies nativas y los habitantes que dependen del suministro del líquido. Aunque se estima que el período de recuperación de la fauna y flora por los daños ambientales causados por este tipo de acción terrorista oscila entre tres y 15 años, hay quienes afirman que la destrucción por contaminación de hábitat es simplemente irreparable. El gobierno colombiano afirma que el costo de limpieza por barril de crudo derramado es 81 dólares, mientras que la pérdida de servicios ecosistémicos asociada al derrame por barril asciende a 0.26 dólares. En uno de los atentados de las FARC en 2015, el total de crudo derramado es cercano a los 10,000 barriles, ¡imagínese cuánto le costó a la naturaleza! 

Con el cese de hostilidades de este grupo guerrillero se espera, además, el desminado de las tierras. La siembra de minas antipersona ha dejado innumerables víctimas humanas, pero también animales, sumado al deterioro ambiental y la disminución en el oxígeno producido por la respiración en los bosques. Se espera que el desminado total del territorio nacional tarde alrededor de 70 años, y que éste se realice de manera tal que los impactos sobre el medio ambiente sean mínimos. 

Con el cese de hostilidades entre las FARC y el gobierno en Colombia, se espera que haya un desarrollo rural equitativo que genere producción sostenible más allá de lo agropecuario, tendiente a la conservación y aprovechamiento sostenible de los recursos. Además se busca la recuperación de miles de hectáreas destinadas a los cultivos ilícitos y la erradicación manual de aquellos que permanezcan en zonas anteriormente dominadas por la milicia. 

De cumplirse lo dispuesto en los acuerdos de paz, el proceso de recuperación ambiental iniciará un largo camino, en el que además debemos participar todos los ciudadanos. Disminuir el estrés de un enfermo en recuperación es vital para conseguir la meta. 

La paz será de beneficio para todos en conjunto.

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